Por Eduardo Giorello
«La flauta mágica». Opera en dos actos. Mús.: W.A. Mozart. Lib.: E. Schikaneder. Prep. Y dir. Mus.: A. M. Russo. Régie y con. Visual: H. Pigozzi. Ilum.: G. Córdova. Vest.: M. Zuccheri. Esc.: L. Erlich. Coro J.L.: M. Pesce (dir.) y Asoc. Prof. Del T. Colón. (Teatro Avenida). Próx. Función: 11/11.
Juventus Lyrica cierra su temporada 2006 con el estreno de una nueva producción de «La flauta mágica», de Mozart, también homenaje al compositor en el 250° aniversario de su nacimiento. La última obra estrenada por Mozart permite la posibilidad de infinitas interpretaciones.
Se la ha querido ver como un manifiesto de la masonería a la que tanto Mozart como el libretista Schikaneder adherían. También como una meditación sobre los mecanismos del poder o bien como un cuento pueril, casi destinado a los niños, en medio de una simbología y una filosofía a veces ininteligible.
La producción escénica de Horacio Pigozzi para Juventus hace hincapié en la maravillosa locura que propone el argumento, y le otorga un vuelo poético raro en las producciones operísticas locales. Una escenografía multimedia y un diseño de vestuario colorido y original acompañan su propuesta, que brilla en la acentuación de lo metafórico en su ágil desarrollo escénico.
El espacio ha sido acotado y las acciones dispuestas por Pigozzi livianas, casi coreográficas, acompañando el movimiento con volar de pájaros y luciénagas proyectadas.
Similar peso tiene la músicaen las manos de un director como Antonio María Russo, especializado en la obra de Mozart, consecuencia de años de experiencia con el lenguaje y la estructura sonora del autor. Los profesores de la Orquesta Estable del Colón fueron artífices de una versión viva y con swing. El Coro de Juventus Lyrica, conducido por Pesce, se desempeñó con aptitud en las secuencias más solemnes de la obra.
Para esta realización de «La flauta mágica» se trabajó con un equipo muy competente de cantantes jóvenes que asumieron con frescura papeles complejos en lo escénico y en lo musical. Hay tres elencos previstos para los casi veinte personajes solistas que prevé esta ópera. Los dos primeros funcionaron bien, con voces apropiadas, musicalidad, desenvolturaescénica y expresividad.Si bien hubo algunos cantantes con cierta experiencia anterior, lo importante fue el grueso de ellos que cumplían con su primer protagónico. Sin excepción, en todos hubo pujanza y responsabilidad. También los vaivenes naturales de las calidades individuales, que se limaron, a veces, en los frecuentes conjuntos mozartianos. Por tal circunstancia hay un logro colectivo.
Se la ha querido ver como un manifiesto de la masonería a la que tanto Mozart como el libretista Schikaneder adherían. También como una meditación sobre los mecanismos del poder o bien como un cuento pueril, casi destinado a los niños, en medio de una simbología y una filosofía a veces ininteligible.
La producción escénica de Horacio Pigozzi para Juventus hace hincapié en la maravillosa locura que propone el argumento, y le otorga un vuelo poético raro en las producciones operísticas locales. Una escenografía multimedia y un diseño de vestuario colorido y original acompañan su propuesta, que brilla en la acentuación de lo metafórico en su ágil desarrollo escénico.
El espacio ha sido acotado y las acciones dispuestas por Pigozzi livianas, casi coreográficas, acompañando el movimiento con volar de pájaros y luciénagas proyectadas.
Similar peso tiene la músicaen las manos de un director como Antonio María Russo, especializado en la obra de Mozart, consecuencia de años de experiencia con el lenguaje y la estructura sonora del autor. Los profesores de la Orquesta Estable del Colón fueron artífices de una versión viva y con swing. El Coro de Juventus Lyrica, conducido por Pesce, se desempeñó con aptitud en las secuencias más solemnes de la obra.
Para esta realización de «La flauta mágica» se trabajó con un equipo muy competente de cantantes jóvenes que asumieron con frescura papeles complejos en lo escénico y en lo musical. Hay tres elencos previstos para los casi veinte personajes solistas que prevé esta ópera. Los dos primeros funcionaron bien, con voces apropiadas, musicalidad, desenvolturaescénica y expresividad.Si bien hubo algunos cantantes con cierta experiencia anterior, lo importante fue el grueso de ellos que cumplían con su primer protagónico. Sin excepción, en todos hubo pujanza y responsabilidad. También los vaivenes naturales de las calidades individuales, que se limaron, a veces, en los frecuentes conjuntos mozartianos. Por tal circunstancia hay un logro colectivo.
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