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lunes, noviembre 13, 2006

La juventud empuja

Por Ramón Avello:

Información Recopilada de ElComercioDigital:

http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20061113/sociedad/juv...

El pianista Martín García y la violinista María Díaz-Caneja demuestran su talento y rigor en el Evaristo Valle

Un concierto en el Museo Evaristo Valle es como si un plutócrata de exquisito gusto nos invitase al amplio salón de su casa para un selecto recital. En este caso, quien nos invitó fueron, además de la Fundación Evaristo Valle, el Aula de Cultura de El COMERCIO y la Escuela de Música Viva Tchaikovsky. El público abarrotó la sala del Museo, en un concierto realizado en el ambiente idóneo para el concierto solista y de cámara.

Fue un concierto muy particular, tanto por la juventud prometedora de los intérpretes, como por la sensibilidad musical manifestada por Martín García García y la violinista María Díaz-Caneja Angulo, acompañada muy bien al piano por Ella Esipovich.

Yo no sé, tampoco lo considero relevante, si Martín García es un niño prodigio o un niño con unas actitudes extraordinarias musicales. Casi me inclino a lo segundo. Martín, al que hemos seguido en su carrera desde el primer recital público y, por eso, somos conscientes de su progreso, posee facilidad innata e intuición musical. Unido a la disciplina -me imagino que la implicación familiar es, en este aspecto, decisiva- y a una bien llevada orientación musical bajo la dirección de la profesora Natalia Mazoum, el resultado es prometedor. Los premios que jalonan su incipiente currículo -'Antón García Abril' y 'Anna Artobolevskaya', entre otros- nos dan idea del futuro musical de Martín.

Fantasía y virtuosismo

Pero dejemos el futuro para centrarnos en lo escuchado ayer. En el 'Preludio y Fuga en sol sostenido menor', nos ha llamado la atención el sentido contrapuntístico, equilibrio de las voces y trasparencia en las polifonías de la fuga. Fantasía e intuición estilística en Debussy; fuerza expresiva en Shostakovich, delicadeza en Mozart, agilidad e independencia métrica en las manos en el 'Estudio en fa menor', de Chopin.

Hace unos tres años escuché interpretar a María Díaz-Caneja la 'Zarabanda' de la Suite n. 2 para violín solo, de Bach. Me sorprendió su fuerza sonora y expresiva, el equilibrio en las texturas melódicas y la afinación.

Ayer la hemos escuchado en un programa muy complejo, con páginas de un gran virtuosismo técnico: como el 'Capricho en mi bemol', de Paganini, o el 'Capricho Vasco', de Sarasate.

Lo peligroso del virtuosismo es caer en el alarde. La violinista gijonesa tiene el gusto parar que esto no le suceda. En este sentido la obra de Sarasate, en realidad variaciones sobre un zortziko, una con el canto a dos o tres voces, otra combinando sonidos pizzicatos con melodías ligadas en el arco, en otras cantando sobre armónicos fue un prodigio de rigor técnico y musicalidad

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